Riesgo de impago, la otra epidemia

En un contexto de incertidumbre como el actual se hace indispensable contar con un Seguro de Crédito que proteja la cuenta de explotación.

Desde hace ya bastantes meses, pero de un modo más acusado desde finales del 2019, los mercados se venían resintiendo por la incertidumbre alimentada por el Brexit, las guerras comerciales -en particular la que enfrenta a EEUU y China-, las turbulencias políticas y, en general, la desaceleración de la economía global. A esta ecuación se ha incorporado una variable imprevista de magnitudes tremendas y previsiones incalculables: el COVID-19. Se trata de un actor nuevo, no invitado, que, por su total desconocimiento, por su incidencia y velocidad de propagación y, sobretodo, por la virulencia con que nos está atacando ridiculiza cualquier predicción. Para intentar cortar la hemorragia del contagio masivo que estamos sufriendo y sus terribles consecuencias sobre la salud de las personas, los gobiernos y organismos internacionales implementan diariamente nuevas baterías de medidas a la desesperada, algunas con mayor acierto que otras.

Mientras todo esto ocurre -y con el generoso esfuerzo de los profesionales de la salud al frente del control sanitario de la epidemia- van pasando las semanas y, en paralelo, hay otra cruda realidad: la falta de salud de muchísimas empresas. Sobretodo en las pymes, las microempresas y los autónomos, que presentaran o no un deterioro previo, en muchos casos afrontan en el actual contexto un contundente riesgo de cierre. Buena parte de este tejido arrastraba ya problemas de endeudamiento, competitividad, caída de ventas, etc. El virus ha sido un detonante dramático en estos segmentos. Un problema estructural que era conocido y que quedó más que patente en 2008, con motivo del estallido de la anterior gran crisis. Nuestro tejido empresarial, soportado en un 95% en un modelo productivo de reducida dimensión, es excesivamente vulnerable para soportar, de una forma sostenida en el tiempo, la situación actual, pero, sobre todo, los complicados meses que tenemos por delante.

La realidad es la que es:

  • Una destrucción masiva del empleo (las previsiones sitúan en breve la tasa de paro en España por encima del 20%).
  • Un alud en la presentación de los concursos de acreedores cifrado en un crecimiento trimestral superior al 200 % (hay que tener en cuenta además la existencia de una moratoria que congela durante dos meses la presentación del expediente mientras dure el estado de alarma decretado, lo que provocará un colapso total de los juzgados mercantiles entre junio y julio). La práctica totalidad acabarán en liquidaciones.
  • La avalancha de los ERTEs presentados (más de 500.000) ha provocado un retraso acumulado en la gestión por parte de las comunidades autónomas y el SEPE que abocará aproximadamente a unas 50.000 empresas a presentar concurso al no tener tiempo para reaccionar.
  • Un aplazamiento generalizado en los compromisos de pago (en muchos casos realmente justificado, pero en otros no).
  • La caída de pedidos o falta de actividad empresarial que en gran número se ha traducido en una paralización total en las facturaciones.
  • Crisis de confianza: según el barómetro de Cepyme el 86% de las Pymes piensan que de mantenerse el parón económico su supervivencia está en riesgo y 6 de cada 10 aseguran que en un año su plantilla disminuirá.
  • La inmensa mayoría de los sectores de actividad, de un modo u otro, ya están actualmente tocados por el virus. Inicialmente, cuando surgió en China, sólo afectó a un número limitado de cadenas de valor, pero al convertirse en una pandemia global se ha generado un doble problema de suministro, pero también de demanda con ámbito mundial y muy contadas excepciones.

Se trata de una situación sin precedentes, con medidas de confinamiento impuestas en casi 50 países que tienen incidencia en prácticamente la mitad de la población mundial y que, según las primeras estimaciones del FMI, provocará que la economía mundial se contraiga como mínimo un 3% en el 2020, es decir, una caída del volumen del comercio global por segundo año consecutivo. Los daños de esta crisis, siendo generalizados, no tendrán la misma intensidad en todos los países. Por ejemplo, la caída del PIB prevista para España y otros 23 países será del 8% o superior.

Este es un parámetro especialmente relevante si tenemos en cuenta que la curva de morosidad es inversamente proporcional al PIB. En este contexto, es evidente que el riesgo de crédito de las empresas hoy es muy elevado, pero mañana todavía lo será mayor. Además, cuando se exporta, debe tenerse en cuenta en muchos casos el riesgo político inherente al país de destino de las ventas o prestaciones de servicio que afecta a las relaciones internacionales. Por otra parte, desde el estallido de la pandemia han crecido exponencialmente a nivel nacional e internacional los fraudes en las transacciones digitales como consecuencia del aumento del teletrabajo, la falta de verificaciones y las escasas medidas de protección. Por citar algunos, hackeo de los sistemas informáticos, “timos del nazareno” o suplantaciones de identidad.

En un escenario tan complejo, con tantísimas variables impredecibles e interrelacionadas, todas las precauciones son pocas por lo que las empresas, para crecer, pero también para subsistir, deberían protegerse todo lo posible. Es aquí, en épocas de incertidumbre económica, donde adquiere una mayor relevancia el uso de las coberturas del Seguro de Crédito. Sirve tanto para proteger la cuenta de explotación mitigando el impacto del impago (con coberturas de hasta el 95%) como para conocer en tiempo real el comportamiento de pago actual de los clientes o de los potenciales.

Como estamos comprobando las circunstancias son enormemente cambiantes y, por tanto, la fiabilidad de los clientes también. Desgraciadamente hoy de poco vale haber mantenido relaciones comerciales prolongadas en el tiempo con un cliente. El hecho de que hasta ahora haya atendido siempre puntualmente todos los pagos, no es un garante de que en el futuro pueda seguir atendiendo los compromisos adquiridos por culpa del enorme deterioro de la calidad crediticia sufrida con motivo del coronavirus.

El análisis individualizado cliente a cliente, la vigilancia y monitorización permanente de los millones de empresas repartidas por todo el mundo por parte de las grandes compañías aseguradoras de crédito, gracias a sus amplias bases de datos (con información financiera actualizada y enriquecida diariamente online gracias a muchísimos inputs sobre cómo están pagando realmente a otros proveedores ) es un escudo protector que ayuda a las empresas que tienen contratada una póliza de seguro de crédito en su toma de decisiones diarias de una forma más certera. Complementariamente, le ayudan a mejorar su financiación bancaria, a optimizar la tesorería y en el peor de los supuestos, en caso de que se produzca finalmente el impago por parte del deudor, se encargan también de las gestiones de recuperación de la deuda a través de sus potentes redes de letrados establecidas en cualquier país del mundo. En cualquier caso, el estudio de las distintas opciones que ofrece el mercado y la selección de la mejor alternativa aseguradora adecuada a cada empresa debe llevarse a cabo por un consultor independiente y experto en este tipo de riesgos, que tenga acceso a todas las compañías. La gestión diaria del contrato con una correduría especializada le garantiza también a la empresa la optimización de esta herramienta de gestión tan valiosa en los tiempos actuales. Un servicio al que se añaden otros adicionales como la búsqueda de financiación alternativa a la bancaria, los informes financieros o comerciales, la recuperación de deudas o la protección ante la ciberdelincuencia, todos ellos muy importantes en el contexto al que tendrán que enfrentarse las empresas en los próximos tiempos.