Nos encontramos ante un panorama lleno de incertidumbres políticas y económicas que, según muchos analistas y organismos, puede desembocar en una crisis de dimensiones globales difíciles de prever, pero las perspectivas no son nada halagüeñas.
Esto no es algo nuevo ya que la economía siempre se ha desarrollado alternando ciclos de crecimiento y prosperidad con otros en sentido inverso.
Lo cierto es que esta vez, cuando aún siguen coleando algunas consecuencias del último gran crash, confluyen distintos factores de riesgo, y no pequeños, como el Brexit, la desaceleración global en Europa, la guerra comercial entre EEUU y China, las consecuencias de la batalla arancelaria de aplicación inminente, situaciones nacionales muy complejas como, por citar algunas, Italia, Francia, España, Venezuela, Turquía, Argentina o el desplome de la propia Alemania (motor europeo).
Todo este clima de desconfianza internacional ya está teniendo su reflejo en mercados, sectores de la economía y en sus distintos actores. Reina el desconcierto. Hay empresas que han dejado de crecer al caer sus pedidos, otras han frenado en seco sus inversiones, algunas han virado hacia otros nichos de mercado o cambiado su estrategia comercial para llegar a otros países con un resultado incierto por lo desconocido.
Hoy en España tenemos muchas empresas que ya están sufriendo las consecuencias derivadas del crecimiento que está experimentando la morosidad de algunos de sus clientes y, en muchos casos, está seriamente amenazada su continuidad empresarial. Sectores como, una vez más, la construcción y sus colaterales, el siderometalúrgico, el transporte, la automoción o algunos derivados del agroalimentario ya están dando síntomas de alerta pero, como en el pasado reciente, puede acabar extendiéndose a otros ya que actualmente hay mucha interconexión.
Un claro ejemplo podemos tenerlo en la reciente quiebra del gigante turoperador Thomas Cook del pasado 23 de septiembre. Hacía muchos años, desde el 2011 en plena crisis económica mundial cuando los bancos ya tuvieron que salir a su rescate, que se sabía que podía pasarle lo que le ha pasado a este monstruo británico que nació hace casi 180 años, con presencia en 16 países, con un crecimiento muy apalancado en deuda y realizado a base de fusiones y adquisiciones. Obviamente, aparte de internet o el cambio climático, el Brexit ha tenido mucho que ver. A fecha de hoy su muerte está teniendo graves consecuencias para todo el sector turístico y no nos referimos sólo a las cadenas hoteleras afectadas sino, por el efecto dominó, también a otros. Todos sus proveedores lo están sufriendo: empresas de mantenimiento, de seguridad, selección de personal o trabajo temporal, bebidas, alimentación, fabricantes de mobiliario, decoración y un largo etcétera. No hay todavía certeza de las cifras exactas que supone ese impacto negativo en las empresas españolas. Aparte de la destrucción de muchísimos puestos de empleo, se calcula que ha dejado un agujero de más de 200 millones de euros y más de 500 hoteles están cerrando o cerrarán de forma abrupta en nuestro país, siendo Canarias y Baleares los destinos más perjudicados. Ha sido tal la magnitud que el propio Gobierno español ha tenido que dar un paso al frente para ayudar, y sólo en parte, a algunos de los afectados de tal descalabro.
En cualquier caso, en épocas donde el entorno económico es volátil cuando para unos implica pérdidas o decrecimiento para otros surgen nuevas oportunidades que hay que saber aprovechar, eso sí, estando preparado e intentando no hacer saltos sin red. Es aquí donde hay que buscar un compañero de viaje que tenga mucha información viva de los clientes o de los futuros, alguien que nos proteja ante un riesgo de impago y que nos ayude a crecer con seguridad. La herramienta adecuada para ese acompañamiento es, sin duda, EL SEGURO DE CRÉDITO. Antes de hacer una venta o prestar un servicio, como mínimo, deberíamos saber si nuestro cliente es solvente y si está atendiendo sus compromisos con otros proveedores porque de lo contrario ¿para qué venderle? Una venta sin cobrar es el peor de los negocios. Si finalmente el Cliente nos impaga, con el seguro de crédito, podemos recuperar hasta el 95% del importe de la venta con lo que su impacto negativo queda entonces muy minimizado. Es decir, tiene una triple acción: nos ayuda a prevenir, si el cliente nos impaga tenemos protegida nuestra cuenta de explotación y, además, cuando se produce el impago, los servicios de recobro de las propias compañías de seguros se encargarán de gestionar su recuperación.
Por otro lado, en la actualidad los operadores de crédito ponen además al servicio de sus clientes sus sistemas inteligentes de información con millones de registros de empresas, actualizadas on line de forma permanente, de todo el mundo para que sus asegurados puedan acceder a nuevos mercados haciendo una prospección comercial selectiva.
Otra bondad de este producto es que hoy es perfectamente compatible con la financiación externa, ya sea bancaria o alternativa, mecanismo por el que la empresa agiliza el proceso de sus operaciones a través de una buena gestión de la tesorería percibiendo de forma anticipada el importe de sus facturas y sin consecuencias negativas en el supuesto de que finalmente el cliente impague.
En PROTEGO somos expertos en el Seguro de Crédito y en Financiación desde hace 25 años. Podemos ayudarles a seleccionar la mejor Compañía o diseñar el producto que mejor se adapte a su empresa en función de sus perfiles de riesgo y del destino de sus ventas, negociando con la Aseguradora las mejores condiciones técnicas y económicas de su póliza. Después, le acompañaremos permanentemente para optimizar la gestión del contrato día a día.
Trabajamos, de forma independiente y desde la cercanía con nuestros clientes, con todas las Compañías Aseguradoras que hay en el mercado asegurador.
Nuestro equipo de especialistas está formado con profesionales de larga experiencia en el sector, algunos ex directivos de Compañías de Seguros de Crédito y otros ex responsables de la gestión de la cartera de clientes de grandes empresas.